En Estambul,
Turquía. 9/11/18.
Algo me
anticipaba el vuelo en Turkish Airlines desde Budapest a Estambul… un viaje en
una buena aerolínea, un moderno avión, amplio espacio para el equipaje en la
cabina, excelente atención del personal de vuelo y un servicio de comida muy
bueno para un viaje tan corto. Almuerzo con una bandeja de ensalada, un
sándwich bien armado, bebida, postre… lo que consumimos en casi su totalidad
aunque habíamos picado algo en el Aeropuerto de salida. ¿Quién iba a pensar en
este servicio para un viaje tan corto? Sólo una hora cuarenta y cinco. En las
pantallas individuales películas, música y por supuesto el consabido plan de
vuelo. Pero en medio de esta modernidad y tecnología a disposición aparece en nuestras
pantallas junto al plan de vuelo la dirección a la Mecca y los horarios de los
rezos musulmanes. Horarios de Budapest y horario de Estambul.


Salimos de
Budapest y debimos pasar por migraciones para el sellado del pasaporte, por la
particular situación que pasó y pasa Turquía en la Unión Europea. Llegamos a
Estambul y la primera impresión fue estar en un mundo distinto, estando aún en
Europa. La fisonomía, el corte del rostro de la mayoría de los hombres denuncia
su origen, pero además cientos de mujeres con su rostro casi escondido bajo su
túnica y personas de raza negra. Estos grupos de personas los podemos encontrar
en otras ciudades del viejo continente, pero aquí los vemos con
particularidades culturales distintas, sin haber una incorporación tan notable a
la las pautas culturales preponderante en la casi totalidad del resto de Europa.
(O de la Europa referenciada y conocida por nosotros) Nos adentramos en una
marea humana que bajaban de decenas de aviones todos de la aerolínea de bandera
turca e hicimos una cola de más de una hora para pasar nuevamente por
migraciones (había por lo menos 30 ventanillas habilitadas, y era un trámite
muy rápido, cuando había dificultad con algún pasajero y su pasaporte
inmediatamente llamaban a un supervisor, este venía y la persona salía de la
cola para que siguieran atendiendo y le resolvían el problema aparte; pero los
miles de pasajeros provocaban esta demora) Ya afuera, una multitud de taxis,
transfers y demás nos sumergió en la vorágine de esta ciudad.
Transfer, autopista
a orillas del Mar de Mármara, y recorrer los kilómetros que nos separan de
nuestro hotel (ya casi anocheciendo) pasando por una zona muy moderna donde
están presentes las grandes cadenas hoteleras de todo el mundo, grandes
edificios, parques y grandes carteles luminosos. Autopistas que surcan la zona
y vehículos modernos.
Elegimos un hotel
en la zona vieja, a cinco minutos caminando del Gran Bazar y diez minutos caminando
de la Mezquita Azul, bien el centro de esta zona vieja; con las dudas que te
provoca la compra a ciegas en internet (sólo ves algunas fotos y lees lo que
ellos mismos dicen de su servicio; aunque hay comentarios de otros pasajeros
que están disponibles) Los últimos minutos del viaje hasta el hotel cambió
rotundamente la zona.

Entramos por pequeñas callejuelas donde había acumulación
de basura, papeles en las calles, callecitas sin cordones ni veredas, de
construcción antigua y deficiente, con gente caminando o trabajando en la
calle, negocios de los más diversos muy deteriorados, paredes descascaradas y
la mezcla de algunas construcciones y edificios muy antiguos con significación
histórica y religiosa y otros también viejos edificios abandonados o
deteriorados. Mucha gente que va y viene en las calles, de todos los estratos
sociales, pero mayoritariamente parecen sectores medios (si es que existen) o
pobres. Dejamos nuestras valijas, hicimos el check in y salimos a comer. Ya
eran las 11 pm.

Caminamos por esta calle llena de roturas y desniveles y en los
trescientos metros que hicimos hasta el restaurante al que íbamos encontramos verdulerías
abiertas, talleres textiles y de zapatos en los cuales a esa hora seguían
trabajando, y mucha actividad comercial y laboral pensando en el horario. Los
talleres textiles se ven como pequeños pasillos o escaleras que acceden a sótanos
donde están las maquinarias casi apiladas una sobre otra y casi sin lugar. Lo mismo pasa con pequeños talleres de
zapatos. Coches por una de las arterias que cruzamos que van y vienen. Muchos de
ellos con muchos años encima estacionados en las calles junto a la pared. Al
llegar al restaurante nos dimos cuenta que no era sólo un restaurante sino una
zona, una plazoleta con una decena de restaurantes uno al lado del otra. En
todos ellos músicos que se superponían entre sí, varios mozos y miles de
personas realizando las más diversas actividades, un reino de buscavidas. Todos
trabajando, todos corriendo, todos caminando, todos en movimiento.

Ya finalizó el
segundo día de estadía en Estambul y fuimos construyendo otras impresiones
alrededor de esta primera impresión. Los cánticos desde las mezquitas que
rodean el Hotel a las cinco de la mañana, la recorrida y compras en el Gran
Bazar, las conversaciones con quienes atienden comercios o negocios de comida,
los atuendos y vestimentas –no sólo de las mujeres con su cabellera tapada sino
de muchos hombres con vestimentas típicas- todos eso nos hace pensar en un
lugar con dos caras, con dos facetas claras; pero ubicadas en distintas zonas y
personas. Una la modernidad que nos invade y occidentaliza, y otra que viene
desde hace muchos siglos, del fondo de los tiempos.