sábado, 28 de marzo de 2009

CARTA ABIERTA A LA COMUNIDAD EVANGELICA. REFLEXIONES FRENTE A LAS PROXIMAS ELECCIONES. Documento de Enero de 2003.

Durante un par de años (2002-2003) un grupo de evangélicos nos reunimos regularmente a debatir en el FORO SOCIAL EVANGELICO (FOSE) y de ese intenso debate surgieron propuestas y elaboramos varios documentos. Participé como co-coordinador de la "Mesa de Reforma Política y Judicial". Este es uno de ellos. Releerlos desde la perspectiva de los años transcurridos es muy interesante.

CARTA ABIERTA A LA COMUNIDAD EVANGÉLICA

REFLEXIONES FRENTE A LAS PRÓXIMAS ELECCIONES

Sólo participar en elecciones no es ejercer el poder

La posibilidad de real participación y ejercicio del poder por parte del pueblo pensando sólo en elecciones es muy limitada; diríamos, casi nula. Los políticos solicitan una amplia participación porque tienen necesidad de sentirse legitimados, exhibiendo como un trofeo de caza la voluntad de sus votantes. Sin embargo, la etapa preelectoral, en especial el proceso de selección de los candidatos, está en manos de los partidos políticos, que tienen el monopolio en la designación de los candidatos.

En general, las prácticas internas de los partidos políticos son claramente corrosivas del régimen democrático. La “rosca política”, el “clientelismo”, la devolución de favores y trabajo en la campaña política con “puestos” en el estado, los “ñoquis”, el trabajo de los “punteros”, la “disciplina partidaria” que anula todo proceso de reflexión personal son sólo algunas de esas prácticas detestables. ¿Qué queda para nosotros como ciudadanos? ¿Sólo votar cuando está todo arreglado?

¿Somos un pueblo con hambre y sed de justicia? Si pensamos sólo en elecciones para nosotros, nos condenamos a mantenernos hambrientos y sedientos, por lo menos en este mundo. Debemos reconocer que hay formas de participación no explotadas, o poco trabajadas como mínimo. Llamativamente, unos carteles convocando a participar en actos políticos del último 20 de diciembre decían: “Apagá tu televisor y salí a la calle”. Mientras nosotros mismos, como pueblo, no valoremos lo que significa nuestra participación, seguiremos permitiendo que otros se abusen de nosotros.

Frente a las elecciones, una forma esporádica y muy limitada de participación, encontramos por lo menos dos áreas donde la actuación ciudadana puede ser continua y más amplia. Hablamos de las organizaciones sin fines de lucro y de nuevas formas de participación popular que engendra la democracia semidirecta.

El tercer sector

Hoy representan más al sentir popular las “Organizaciones Sin Fines de Lucro” (también se usan como sinónimos las denominaciones ONGs, tercer sector u organizaciones de la sociedad civil) que el sistema y los representantes políticos. Miles de organizaciones del tercer sector trabajan diariamente en diversas áreas de la realidad social, política, económica, cultural, educativa, etc. Tienen una organización y función distintas entre ellas, según su categoría: las de base (asambleas barriales, centros comunitarios, cooperadoras escolares, etc.), las de apoyo (asociaciones de defensa del consumidor, de defensa de los DDHH, de protección del medio ambiente, etc.) y las que agrupan a las mismas (federaciones, confederaciones). Este es un ámbito amplio y heterogéneo donde todo cristiano puede participar y donde cada uno puede encontrar organizaciones acordes a su capacidad y forma de pensar. Si nuestra participación en ellas fuera permanente, habría ---a través de nosotros--- una continua influencia de Cristo sobre la sociedad. Dan testimonio de esta afirmación los logros de muchísimas organizaciones cristianas y muchos hermanos que han hecho de este tipo de participación un continuo desafío.


Nuevas formas de participación popular

El artículo 22 de nuestra Constitución nacional dice que el pueblo no delibera ni gobierna sino por medio de sus representantes y autoridades creadas por esta Constitución. Esto es una manifestación clara del sistema representativo.

Frente a este sistema aparecen ---según el jurista Ekmekdjian--- “mecanismos o procedimientos mediante los cuales, en alguna medida, el pueblo participa directamente en la elaboración de ciertos actos de gobierno. Son consecuencia de la lógica reacción contra la total delegación del poder, requisito básico de la democracia representativa. Su objetivo es rescatar ---siquiera parcialmente--- las pautas éticas de la democracia directa desdibujadas por la indirecta, la cual limita el rol del ciudadano al de un pasivo receptor de ideas y -cada tanto- de sufragante”.

Estas formas de participación popular fueron incorporadas a nuestra Constitución nacional a través de la reforma de 1994. En el ámbito provincial y municipal también se incorporaron en mayor o menor medida estos procedimientos en sus respectivas legislaciones.

Podemos mencionar de nuestra legislación ---entre otros--- los siguientes:
El plebiscito, referéndum o consulta popular (convocatoria a elecciones para votar si o no a alguna decisión de carácter político, económico, social, etc).
La iniciativa popular (presentación de proyectos de ley por parte de un grupo de ciudadanos de tratamiento obligatorio por el congreso)
La audiencia pública (tratamiento de diversos temas en forma obligatoria en audiencias de participación amplia y libre)
La revocatoria de mandatos (cuando un representante rompe el pacto de confianza establecido electoralmente se abre un proceso que permite terminar anticipadamente el mandato conferido)
El presupuesto participativo (en asambleas se decide, sobre una determinado porcentaje del presupuesto, a qué área se dedicará y qué obra se ejecutará con el mismo).

A través de estas instituciones hay una convocatoria continua a participar. Lamentablemente no tenemos clara conciencia de la existencia de estas herramientas ni del alcance de cada uno de ellas. No estamos usando ---como pueblo--- herramientas que están a nuestra disposición. Para agregarle gravedad al tema debemos tener conciencia de que muchos políticos profesionales están interesados en boicotear cualquiera de estas iniciativas, usándolas en su propio beneficio.

¿En qué se convierten estas formas de participación popular sin participación del pueblo? Se convierten en una herramienta legitimante del poder de los políticos profesionales. Pero si participamos podremos hablar de una construcción del poder popular.

Sólo la participación popular permitirá que estos institutos cumplan con su objetivo. Debemos tomar conciencia de su existencia y utilizarlas. El dilema es claro: ¿herramienta legitimante de una clase corrompida o construcción de poder popular? En nosotros está la respuesta.

Frente al voto

Distinta es la perspectiva individual y comunitaria que puede tener el voto si hacemos o no de la participación una práctica activa. Una elección en una comunidad poco participativa es frustrante ya que el voto aparece como la única posibilidad de generar cambios. En una comunidad con un alto grado de participación la elección es vista como una posibilidad más de expresión y trabajo por los cambios necesarios en nuestra sociedad. Toda participación genera esperanza.

Nuestro voto debe estar precedido de un proceso de reflexión individual y comunitario. Siempre debe terminar siendo una decisión individual. En el cuarto oscuro estamos a solas con Dios.

La elección es una forma de expresión de la voluntad popular. Esta voluntad popular estará formada por la sumatoria de millones de expresiones individuales, como dijimos, necesariamente reflexivas y racionales.

Durante mucho tiempo escuchamos aconsejarnos que sólo el voto positivo era válido y que el voto negativo (tanto el voto en blanco y la anulación intencionada del voto como la abstención) era un acto de desinterés hacia de la cosa pública y hacia nuestro prójimo. ¿Está en lo cierto esta manifestación? ¿Serán legítimas todas las formas de manifestarse electoralmente? Hoy más que nunca oímos a muchos que dicen que no hay candidato que merezca su voto.

Podríamos afirmar que cualquier acción u omisión en el acto de votar, dentro de la legalidad, es válida; tal que sumada a acciones u omisiones similares de miles de votantes reflejen un especial sentir popular. El voto en blanco, el voto bronca, la abstención masiva reflejan este sentir. Pero ¿entenderá la clase política este mensaje? Y luego, cuando asuman las autoridades electas, ¿qué efecto tuvo nuestro voto?

Características que debemos analizar y evaluar en los candidatos

Los especialistas en marketing trabajan para los candidatos y los medios (especialmente la televisión) nos muestran una imagen no siempre real del candidato. El mismo es manejado como un producto a ser vendido a los votantes y lo conforman como ellos entienden que nosotros deseamos verlo. Buscan cautivarnos.

Debemos cuidarnos de no caer en sus tramposas redes y saber ver en medio de toda la información preparada para ser vendida, cuál es la realidad de cada candidato. Hoy tenemos la inclinación a creer más en la imagen que en lo real de una persona. La desconfianza y la búsqueda de otras informaciones pueden ayudarnos a emitir un voto más conciente.

No sólo tiene importancia el partido a que pertenece y la corriente de opinión que dicho partido o grupo interno sostiene, sino las condiciones personales, morales, intelectuales y la capacidad y experiencia para el puesto que se propone ocupar. En nuestro país podemos mencionar muchos casos de legisladores y académicos de gran valor que hicieron desastres al llegar a cargos ejecutivos por su falta de capacidad y preparación para administrar.

El corte de boleta (en los lugares en que la simultaneidad de elecciones presidenciales, de gobernadores, senadores nacionales y locales, diputados nacionales y locales y autoridades del municipio lo permita) es un elemento que nos permite acercarnos a la posibilidad de analizar a cada candidato por separado y valorar nuestro voto a cada uno de ellos.

Frente a las recientes elecciones realizadas en Brasil, el “Colegio Episcopal de la Iglesia Metodista de Brasil” emitió su “Carta pastoral del Colegio Episcopal sobre las elecciones 2002”. Del mismo podemos extraer algunas reflexiones de gran valor para el proceso electoral que estamos viviendo en estos momentos.

Proverbios 31:8-9 presenta un mandato para quien está en autoridad. Le dice al mismo: “¡Levanta tu voz por los que no tienen voz! ¡Defiende los derechos de los desposeídos! ¡Levanta tu voz, y hazles justicia! ¡Defiendo a los pobres y necesitados!” (Nueva Versión Internacional de la Biblia). ¿Necesitaremos mencionar en este documento los índices de pobreza y de indigencia de nuestro país, las tasas de desempleo y subempleo, y la cantidad de niños que se mueren de hambre o por enfermedades totalmente prevenibles en nuestro medio? ¿O acaso debemos mencionar que el sistema neoliberal nos ha sumido en la violencia, la miseria y que es un sistema que permite vivir a pocos? Esta es una realidad incontrastable. Cada día hay más excluidos del sistema. No merece nuestro voto quien no tenga un compromiso con el pueblo, en especial con los pobres y desposeídos.
Los políticos pueden llamarse a sí mismos cristianos, y aun mostrar simpatías por los evangélicos. Esto no debe ser suficiente para decidir nuestro voto a su favor. La religiosidad exterior no soluciona los problemas de nuestro país.
El mundo creado y deseado por Dios para que nosotros vivamos en él es un mundo de justicia y paz. Un candidato debe tener un compromiso con la justicia de Dios para ser merecedor de nuestro voto.
Debemos testimoniar la vitalidad del evangelio con una participación activa y conciente en el proceso electoral. Debemos ejercer una fe que articule nuestra piedad personal con nuestra ciudadanía y que no se limite a la dimensión privada o particular; sino que por el contrario, incorpore la realidad sociocultural, política y económica a su vivencia.

Control de calidad

El documento mencionado sugiere un “control de calidad” de nuestro voto, sobre la base de las siguientes preguntas:

· ¿Cuáles fueron los motivos que influenciaron en mi elección? ¿Estos motivos son válidos a la luz de los valores del Evangelio?
· ¿Conocemos el programa de los partidos y de los candidatos? ¿Este programa es coherente con su historia? ¿Son propuestas viables para la construcción de una sociedad más justa y solidaria?
· ¿Se toman en serio valores bíblicos como la justicia, la paz, la inclusión, la solidaridad y el amor?
· ¿Sabemos si estas personas guían sus vidas públicas y privadas con estos valores?
· ¿Estamos convencidos de no estar influenciado por las imágenes seductoras difundidas por los formadores de opinión sobre los políticos?
· ¿Nos hemos despojado de preconceptos o discriminaciones que nos condicionan en nuestra elección?
· ¿Nos hemos preocupado por crear espacios de estudio y discusión de los candidatos, de los partidos políticos y de sus ideas? Deberíamos procurar identificar algunos factores, tales como su coherencia con la Palabra de Dios y las doctrinas de la iglesia, y si la acción de los mismos tiende a afianzar la democracia y a consolidar una sociedad más justa y solidaria, en conformidad con los valores del Reino de Dios.

Animamos a todos los miembros de la comunidad evangélica a dedicar tiempo a reflexionar y dialogar sobre estos temas en espíritu de oración, y a estimular a otros a hacer lo mismo en sus respectivas congregaciones. La iglesia es parte de la sociedad civil y es necesario que como tal haga su aporte para sentar las bases para el ejercicio de una ciudadanía responsable. Somos ciudadanos del Reino de Dios, pero también lo somos de esta Nación donde el Señor nos ha puesto para que seamos “sal de la tierra” y luz del mundo”.


FORO SOCIAL EVANGELICO
Enero de 2003.

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