sábado, 28 de marzo de 2009

LA CRISIS ARGENTINA: DIAGNÓSTICO Y PROPUESTAS Documento del FOSE 2002

Durante un par de años (2002-2003) un grupo de evangélicos nos reunimos regularmente a debatir en el FORO SOCIAL EVANGELICO (FOSE) y de ese intenso debate surgieron propuestas y elaboramos varios documentos. Participé como co-coordinador de la "Mesa de Reforma Política y Judicial". Este es uno de ellos. Releerlos desde la perspectiva de los años transcurridos es muy interesante.


LA CRISIS ARGENTINA: DIAGNÓSTICO Y PROPUESTAS
DOCUMENTO DEL FORO SOCIAL EVANGÉLICO

A raíz de la convocatoria presidencial a un diálogo amplio en procura de una concertación social que responda a la grave crisis socioeconómica y política que afecta actualmente al país, se ha constituido el Foro Social Evangélico, por iniciativa de la Fundación Kairós, no como un espacio institucional, pero sí con el apoyo de un amplio sector de la comunidad evangélica. El presente documento quiere ser un aporte de personas representativas de esta comunidad a la Mesa del Diálogo Argentino.

Las iglesias evangélicas colaboramos en la formación de nuestro país ya en las primeras décadas de la Independencia. Nuestra presencia, desde antes del proceso de organización nacional, fue especialmente significativa en los campos de la educación, la cultura y la acción social, además de lo específicamente religioso. Hemos contribuido para destacar el sentido del pluralismo y la libertad, y luchado por la tolerancia y la vigencia de los Derechos Humanos. Fieles a la tradición evangélica de la Reforma (la clásica y la radical) y de los movimientos del despertar religioso de los que somos herederos, hemos destacado el sentido del trabajo productivo, de la honestidad y la responsabilidad civil como parte de nuestra contribución a la ética ciudadana.

Por ello, en este momento histórico en el que tal vez por primera vez en la historia del país la gran mayoría de la población reconoce que no se puede delegar la construcción de la Nación a unos pocos, queremos también contribuir positivamente con nuestro testimonio y pensamiento. Entendemos la crisis que sufrimos como una oportunidad única de trabajar juntos en la búsqueda de un camino colectivo hacia una sociedad más justa y humana en la cual quepamos todos. Porque así entendemos este momento, ponemos a consideración de la Mesa del Diálogo Argentino, a la vez que de todo el pueblo argentino, las siguientes reflexiones.


1. La urgente reforma ética

1.1. ¿Quiénes son los culpables de los males que nos aquejan? En cierto sentido, lo somos todos. Por omisión o comisión, consciente o inconscientemente, todos hemos contribuido a la creación de una situación de corrupción e injusticia institucionalizadas, con niveles de pobreza totalmente inaceptables en un país tan rico en recursos naturales como es este que Dios nos ha dado. Tenemos que admitir que con demasiada frecuencia, con honrosas excepciones, nos hemos eximido de una participación social y política responsable. Imbuidos del individualismo propio de la sociedad moderna, nos hemos limitado a buscar nuestro propio bienestar y hemos cerrado los ojos a las necesidades de quienes nos rodean. No hemos sabido escuchar la voz de los más postergados ni hemos estado dispuestos a asumir coherentemente la defensa de los derechos de los más débiles. A causa de nuestra insensibilidad social, que en el ámbito eclesiástico muchas veces se ha intentado justificar con argumentos bíblicos y teológicos improcedentes, nos hemos hecho cómplices de un sistema basado en la explotación económica y el abuso del poder, la especulación financiera y el autoritarismo. Desde esta perspectiva, todos necesitamos arrepentirnos y enmendar nuestra conducta, con un pleno reconocimiento de la dimensión ética y espiritual de nuestros problemas. En efecto, los problemas que nos aquejan tienen raíces más profundas que nos afectan a todos colectivamente, en mayor o menor grado, a saber:

* Falta de consenso en la vigencia de los acuerdos, compromisos y cumplimiento de mandatos éticos y el creciente vacío moral, demostrados en los altísimos niveles de corrupción generalizada.
* Desequilibrio cultural y social, representado por la falta de igualdad de oportunidades y de acceso a los bienes materiales y culturales producidos colectivamente.
* Pérdida de confianza y esperanza, manifestada en la ausencia de un proyecto de nación que contemple la plena participación de todos sus habitantes.
* No representatividad de los dirigentes sociales en todos sus niveles, ejemplificada por la falta de idoneidad para ocupar cargos públicos.
* Olvido del sentido de responsabilidad social y opción por el interés individual y la búsqueda de beneficios personales o sectoriales.
* Falta de justicia en todos los órdenes y rechazo de normas que llevan a premiar lo bueno y castigar lo malo.

Oramos por nuestra Argentina «porque asumimos nuestra responsabilidad de ser parte de esta nación con sus errores y virtudes, y manifestamos nuestro arrepentimiento por los pecados de nuestro pueblo».

1.2. Este reconocimiento de culpa compartida no impide que se señalen responsables específicos, que han sido los más beneficiados por este estado de cosas y que son los que deberán afrontar mayor responsabilidad a la hora de remediarlos. Son quienes han generado la grave situación del país con su repercusión concreta en el peor de los males en el campo económico: la injusta distribución de la riqueza, que hace posible que una minoría, muchas veces utilizando medios ilícitos, logre una excesiva acumulación de bienes materiales en tanto que las grandes mayorías no alcanzan a cubrir sus necesidades básicas. En la base misma de los problemas de la pobreza, e incluso la exclusión social, que afligen a millones de argentinos está la absolutización del dinero, las prácticas usurarias de los agentes financieros y el desconocimiento de la dignidad de todos los seres humanos por parte de los poderosos, incluyendo –como el pueblo lo percibe– a la mayoría de los miembros de la clase dirigente, empresarial y sindical. Jesús advirtió, sin vueltas ni rodeos: «No se puede servir a la vez a Dios y a las riquezas» (S. Mateo 6:24). Y la situación actual muestra a las claras que tampoco se puede servir a la vez al bien común y al dios dinero.


1.3. Los responsables directos del descalabro económico argentino tienen nombre y apellido.

Desde los más elevados estrados del poder se ha reconocido que detrás del drama que hoy vivimos hay «ineptos y corruptos» que se han beneficiado del vaciamiento del tesoro nacional y han llevado al país a la postración actual. ¿Quiénes son? ¿Dónde están? ¿Qué se está haciendo para exigirles la devolución del botín e imponerles el castigo que corresponda por ley? Si el Gobierno de la Nación se propone seriamente sentar las bases para una nueva República, una de sus tareas prioritarias es la de facilitar la investigación que conduzca a la identificación de los «ineptos y corruptos» y ponga fin a la impunidad. Con este propósito, ratificamos la propuesta que los representantes de la Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas de la República Argentina (ACIERA) presentaron al Presidente de la Nación al reunirse con él el 5 de este mes y que coincide en lo esencial con otras iniciativas y foros ya existentes a nivel nacional e internacional: la creación de «una Comisión de la Verdad cuyo objetivo sería investigar, analizar y pronunciarse sobre las causas [y los causantes] que han llevado a nuestra nación a la ruina». En nuestro país contamos con el antecedente histórico de la CONADEP, que a comienzos de la década de los ochenta investigó las violaciones a los derechos humanos cometidas por la dictadura militar. Para dar lugar a la justicia necesitamos conocer la verdad. «Ay de aquellos que acaparan casa tras casa y se apropian de campo tras campo hasta que no dejan lugar para nadie más, y terminarán viviendo solos en el país!» (Isaías 5:8). Sospechamos que la recuperación aunque sólo fuera de la mitad de los miles y miles de millones del saqueo perpetrado impunemente en estos últimos años bastaría para solucionar los problemas sociales más urgentes que hoy afligen al pueblo argentino. Para este fin, tiene sentido la mencionada Comisión de la Verdad, «formada por personas de intachable trayectoria y prestigio nacional y no vinculadas a ninguno de los poderes del Gobierno» –un requisito ineludible, especialmente si se toma en cuenta que no se puede esperar que quien investigue los actos de corrupción, en función de la recuperación de dineros extraídos del país, sea un gobierno entre cuyos funcionarios se cuentan algunos de los propios culpables del saqueo.


Oramos por nuestra Argentina «porque anhelamos ver una nación con políticos honrados, creíbles e íntegros y con verdadera justicia».

1.4. Por otra parte, no hay que olvidar que el empobrecimiento de las mayorías en la Argentina no se debe exclusivamente a la corrupción interna. La creciente distancia entre ricos y pobres es un fenómeno global y se debe en gran medida, aunque no exclusivamente, a todo un proceso mundial generado por el capitalismo financiero tardío que, mediante el control global del flujo de capitales especulativos ha dado como resultado una acumulación económica sin precedentes. Como consecuencia, la economía productiva ha quedado sometida a los requerimientos de estos flujos y la circulación monetaria ha sido vaciada de contraprestaciones productivas. Este proceso, que con sus ajustes y presiones está destruyendo la economía nacional de muchos países además de la del nuestro, ha sido liderado por organismos financieros internacionales, tales como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, y ha beneficiado especialmente a los adjudicatarios de los servicios privatizados y a la gran banca internacional. En la Argentina esto se ha hecho con complicidades locales y la difusión de los postulados ideológicos neoliberales como «la gran panacea», «el único camino de crecimiento económico». Es necesario que se esclarezcan estas complicidades personales e institucionales y que quienes se han beneficiado con los resultados de la aplicación de estas políticas sean investigados para dar cuenta de sus responsabilidades. Ello debe incluir el problema de la deuda externa, cuyo origen espurio, operaciones fraudulentas y lucro desmedido son formas de injusticia del sistema económico global vigente. La deuda externa es el instrumento que en la sociedad globalizada unipolar utiliza la superpotencia mundial para el dominio político, económico y cultural del planeta, sin importarle las consecuencias que esto tiene para millones de seres humanos. En el caso específico de la Argentina, hay suficiente evidencia documentada y antecedentes comprobados de una resolución jurídica respecto a la ilegitimidad de gran parte de esa deuda. Los servicios de la deuda, que durante la década del noventa ascendían a 3.500 millones de dólares por año, en el 2001 llegaron a 8.000 millones de dólares. Este crecimiento de los pagos a los organismos multilaterales de crédito erosionó el presupuesto nacional y fue una de las causas que nos llevaron a la crisis actual y al default. «Cuando los justos prosperan, el pueblo se alegra; cuando los impíos gobiernan, el pueblo gime» (Proverbios 29:2).

1.5. Porque creemos en la necesidad de una lucha sin tregua contra la corrupción y en pro de la transparencia a nivel nacional e internacional, nos proponemos colaborar con iniciativas orientadas a influir sobre la ética pública, tales como Poder Ciudadano, las «defensorías del pueblo» y entes de monitoreo de las empresas privatizadas. Apoyamos el relanzamiento de oficinas de ética pública en el ámbito del Estado, a nivel nacional, provincial y municipal, la realización de campañas masivas de lucha contra la corrupción y la redefinición del rol de la Justicia Federal y de la configuración de la Corte Suprema de Justicia. Somos muy conscientes, sin embargo, de que la reconstitución de la sociedad argentina no pasa sólo por la honestidad de los funcionarios, sino también, y fundamentalmente, por la necesidad de modificar las relaciones de poder que hoy conforman nuestro sistema económico, y establecer nuevas normas que permitan asegurar una distribución más justa de la riqueza y el trabajo.


2. La reforma política necesaria

2.1. No hace falta repetir aquí en detalle las recomendaciones que ya se han presentado a la Mesa del Diálogo Argentino y han sido resumidas por ésta en su informe del 30 de enero próximo pasado, para hacer frente al problema de la pobreza, corregir la nefasta desigualdad económica entre ricos y pobres, y promover un orden socioeconómico justo. Basta afirmar que en el plano político consideramos fundamental una reforma política que asegure «los principios de representatividad, legitimidad, proximidad y austeridad». La urgencia de tal reforma se pone en evidencia cuando se toma en cuenta, entre otras cosas, la falta de mecanismos adecuados de control de la gestión pública y la desproporción que existe entre el excesivo gasto de la política en la Argentina y el gasto racionalizado en otros países más pudientes, y entre el gasto de la política, frecuentemente superfluo e innecesario, y el gasto social.

2.2. Evidentemente, ha habido una ruptura del «contrato social». En efecto, todo lo descrito hasta aquí se explica por el hecho que los actores sociales, y de manera superlativa los poderes del estado, hacen caso omiso de la base de su propia existencia, la Constitución Nacional, repertorio mínimo de reglas, valores y principios que procuran garantizar la equidad y, como consecuencia, la convivencia pacífica. No hay solución posible del problema económico sin una drástica reducción del gasto público como parte de una reforma del estado que elimine totalmente la posibilidad de hacer de la política un negocio lucrativo. Sin embargo, esto no es posible sin cambios estructurales de fondo, incluyendo el de los cuadros estables de la vida nacional, y sin medidas aún más profundas que aseguren el control público de la gestión política, estimulando una mayor participación de todos los actores sociales en las decisiones comunes y el surgimiento de nuevos liderazgos y formas de gestionar lo político.

2.3. Para contribuir a una reforma política basada en una nueva formulación del «contrato social» el movimiento evangélico cuenta con toda una tradición en la cual se entiende la relación con Dios como una relación basada en el «pacto» que Dios, como nuestro Juez a la vez que como nuestro Abogado Defensor, establece con nosotros, y que tiene consecuencias civiles: (1) nos comprometemos a ser buenos ciudadanos, que procuran ceñirse a los principios éticos implícitos en la Constitución Nacional vista como el pacto de la Nación, respetan la vida ajena y propia, y ven en todas las personas seres que pueden ser rehabilitados por el amor y la justicia de Dios; (2) el criterio ético fundamental por el cual juzgamos si estamos cumpliendo con nuestra parte del pacto es el trato al pobre, la viuda, el huérfano y el extranjero, es decir, a aquellos que están en una situación social de relativa debilidad. Sobre esta base asumimos los siguientes compromisos en este proceso:

* La denuncia de la injusticia, siempre precedida de una necesaria autocrítica y hecha posible por la separación de la Iglesia y el Estado..
* La confianza (y la experiencia) en la posibilidad de rehabilitar personas e instituciones al servicio del conjunto social.
* La práctica en formas de organización participativas y horizontales que no se basen ni en el clientelismo ni en el paternalismo o el nepotismo. El saneamiento de la política en todos sus niveles no depende de «que se vayan todos» los políticos o que se niegue el rol del sistema legislativo definido por la Constitución Nacional. Este saneamiento exige el respecto por los mecanismos de democracia más directa definidos constitucionalmente, o la creación de otros, a fin de asegurar la representatividad de la ciudadanía y la responsabilidad ante ella, y establecer códigos éticos judiciables para la gestión pública. En este sentido vemos con buenos ojos el fortalecimiento de las asambleas populares (barriales o vecinales) en todo el país. Aunque tenemos que reconocer con pesar que muchas veces nuestras iglesias han sido, y son, escuelas de autoritarismo y caudillismo, los evangélicos en general somos herederos de una rica tradición democrática y estamos entrenados en lo que atañe a la participación de todos los miembros de la congregación local en las decisiones que afectan la vida y misión de la iglesia. Consecuentemente, es mucho lo que podríamos aportar en la construcción de la convivencia y la búsqueda de consensos a nivel de las bases. Por otra parte, sería deseable una legislación de las mencionadas asambleas populares –una legislación elaborada con la participación de dichas asambleas, que las ayude a articularse entre sí y a servir como canales de expresión y focos de cambios positivos, y que defina su relación con las instancias más amplias de poder político.
* El respeto por las minorías (incluyendo la de la población aborigen), que nace de la experiencia de ser un sector del pueblo en búsqueda de maneras de ser una minoría creativa.
* La difusión más amplia de la tradición ética, arraigada en muchas de nuestras comunidades, del respeto a los bienes comunes, del trabajo y de la vocación secular entendida como «llamado» de servicio a Dios y al prójimo, del ahorro y de un estilo de vida sencillo, no consumista.
* La valoración del trabajo solidario y voluntario, ya manifestado por muchas instancias de nuestro pueblo mediante el esfuerzo por encarar proyectos de servicio y de participar en distintos ámbitos de la vida sin fines de lucro.

Oramos por nuestra Argentina «porque no dejaremos que nuestro espíritu quede atrapado en un “corralito” y se nos quiten valores fundamentales como son la esperanza y la confianza».


3. La reactivación económica

3.1. La mala distribución de las riquezas y bienes públicos, el desequilibrio presupuestario y la constante expatriación o fuga de capitales nacionales son también causa de esta crisis. Debido a la corrupción del sistema político, legislativo y judicial, y a políticas económicas impuestas por el modelo neoliberal globalizado representado por las instituciones financieras internacionales, la producción ha sido crecientemente desplazada por la especulación financiera. La catástrofe económica argentina es una clara demostración del fracaso de las fórmulas de «desregulación» del Fondo Monetario Internacional –un fracaso que se hace patente en el crecimiento de la pobreza, el elevado índice de desempleo y toda la secuela de problemas que esto conlleva, incluyendo la incontenible hemorragia migratoria.

3.2. De todas las valiosas sugerencias recibidas por la Mesa del Diálogo Argentino hasta fines de enero, subrayamos la primera que aparece en la sección relativa al plano económico: «Lanzar medidas urgentes de reactivación económica y generación de empleo, poniendo énfasis en el rol de las Pymes». Para esto, una de las necesidades más urgentes en la Argentina actual es el desarrollo de una ética política que regule la actividad económica. Basada en esa ética debe articularse una legislación clara que ponga los derechos de las personas reales a resguardo de las apetencias de las personas ficcionales; que limite la especulación financiera con leyes antiusura, antimonopólicas e impositivas; que privilegie la producción por encima de la especulación mediante la creación de industrias alternativas, microemprendimientos, modelos de trueque, proyectos de reactivación del agro, etc., y que fomente el desarrollo de cada región del país con criterios de sustentabilidad y justicia social. La opción por el desarrollo de la economía tiene que traducirse en préstamos a bajos intereses, o incluso subsidios, a los pequeños y medianos productores que estén dispuestos a colocar el desarrollo de fuentes de trabajo por encima de sus intereses personales y a dar cuenta fiel de su gestión.

3.3. Sin políticas que privilegien la producción en contraposición a la especulación no hay reactivación económica posible. El Gobierno Nacional y el Congreso de la Nación lo saben bien. Sin embargo, no basta la aprobación retórica de lo que corresponde hacer. Si va a haber una recuperación de la confianza en las instituciones públicas y de la esperanza respecto al futuro del país por parte del pueblo argentino, los dirigentes tienen que dejar de lado sus declamaciones retóricas y demostrar en la práctica que están al servicio de la justicia, del lado de los perdedores y no de los poderosos, y que no están dispuestos a venderse al mejor postor, como ha sucedido muy a menudo en el pasado. «La justicia enaltece a una nación, pero el pecado deshonra a todos los pueblos» (Proverbios 14:34).

3.4. Los evangélicos, en la medida de nuestras posibilidades, y según ya muchos lo están haciendo, queremos aportar a la reactivación económica del país. Por una lado, estamos en contacto directo con las apremiantes necesidades de los pobres, muchos de las cuales forman parte de nuestras congregaciones. Por otro lado, sabemos que un mercado total desregulado se transforma siempre en un ídolo de muerte –Mamón en el lenguaje bíblico– que no es compatible con la ética del «nuevo pacto» del que habla la Biblia. Nuestra tradición ética rechaza la especulación y la usura y concibe el trabajo y la producción significativa como los medios privilegiados que dignifican al ser humano porque hacen posible el ejercicio de la responsabilidad en relación con la creación de Dios. Consecuentemente, rescatamos el sentido moral de la misión integral, que incluye la creación de fuentes de trabajo y valora el tipo de actividad característica de los microemprendimientos y de las Pymes.

Oramos por nuestra Argentina «porque creemos que no todo está perdido y que la salida no es Ezeiza».


4. La urgente tarea en el plano social

4.1. La «pobreza estructural», que incluye no sólo a los sectores más pobres de la población sino a millones de miembros de la clase media, se ha convertido en uno de los datos más preocupantes de la realidad argentina. A la luz de la situación, no sorprenden las recomendaciones recibidas, hasta fines de enero, por la Mesa del Diálogo Argentino relativas a las medidas necesarias en el plano social, incluyendo la de «incorporar al presupuesto del 2002 los recursos que garanticen un ingreso social con criterio universal para todas las familias pobres e indigentes». En esa línea, tanto por el respaldo poblacional recibido como por la concepción que lo sustenta, apoyamos la creación del Seguro de Empleo, Formación y Asistencia Familiar propuesto por el Frente Nacional de lucha contra la Pobreza en la consulta pública realizada en el mes de diciembre. «El que oprime al pobre ofende a su Creador, pero honra a Dios quien se apiada del necesitado» (Proverbios 14:31).

4.2. Es obvia la urgente necesidad de que el Estado intervenga para priorizar la alimentación, la salud, la educación, la previsión para los jubilados y ancianos, y el cuidado del medio ambiente. No es posible dejar la satisfacción de necesidades humanas básicas y la preservación ecológica en manos de políticos clientelistas, intereses privados o especulaciones financieras. El Estado no puede «privatizar» estos ámbitos porque la lógica del capital privado es la del lucro rápido e inmediato y no la del bienestar integral de todos. El Estado que, por incapacidad o negligencia, hace la vista gorda a tales necesidades de la población no cumple con su compromiso mínimo exigible y se coloca bajo el juicio de Dios. En la tradición evangélica el Estado constituye uno de los órdenes de la creación cuyo deber ineludible es el acceso de todos los seres humanos a una vida digna y relaciones basadas en la justicia.

4.3. Aunque el pueblo evangélico argentino adolece de grandes limitaciones y a veces es víctima de la discriminación religiosa, en todo el país se está esforzando por responder a las situaciones de emergencia en el campo social, dando el pan que sacia el hambre a la par que compartiendo el Evangelio de Jesucristo. Las escuelas, los hogares para niños y ancianos, los comedores populares, los centros de recuperación de drogadependientes y otras entidades evangélicas de servicio, que a menudo funcionan sin ningún tipo de apoyo oficial, muestran el creciente compromiso de los evangélicos en colaborar en una mejor situación vital para los sectores más afectados. Sin embargo, sabemos que nuestro deber es hacerlo a título supletorio, frente a las deficiencias que nuestra sociedad ha mostrado en acercar estos servicios fundamentales a quienes los necesiten.. Una de sus tareas pendientes es un esfuerzo ecológico de mayor envergadura que exprese que para nosotros la naturaleza es «creación», es decir, un ámbito con dignidad propia conferida por Dios.

4.4. Los evangélicos queremos participar tanto en la articulación como en la realización del proyecto de un nuevo país que atienda con esmero las necesidades reales de todas las personas, especialmente las de los pobres, como criaturas hechas a imagen y semejanza de Dios sin excepción. La situación actual demuestra que esta es una tarea en la cual hay muchísimo trabajo pendiente. Desde nuestro ámbito de ciudadanos que profesamos la fe cristiana evangélica, nos comprometemos a seguir haciendo nuestro aporte, no amando «de palabra ni de labios para afuera sino con hechos y de verdad» (1 Juan 3:16), a la manera de Nuestro Señor Jesucristo.

Oramos por nuestra Argentina «porque creemos que es legítimo el reclamo del pueblo; por eso no podemos permanecer pasivos cuando estamos convencidos de que Dios puede transformar nuestra Nación fortaleciéndola con una nueva esperanza, dignidad y solidaridad».

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