Buenos Aires, 19 de Junio de 2014
¿Qué justicia? ¿Qué ley? ¿Qué deuda?
“Ningún siervo puede servir a dos
señores; porque o
aborrecerá al uno y amará al otro, o
estimará al uno y
menospreciará al otro. No podéis
servir a Dios y a las
riquezas” (Jesucristo,
Lucas 16:13).
“Porque los que quieren enriquecerse
caen en
tentación y lazo, y en muchas
codicias necias y dañosas, que
hunden a los hombres en destrucción y
perdición; porque
raíz de todos los males es el amor al
dinero” (San Pablo,
1Timoteo 6:9-10).
La negativa de la Suprema Corte de
Estados Unidos de Norteamérica a tomar en revisión el fallo del juez T. Griesa
en el caso del fondo NML, marca las contradicciones del sistema que hoy
gobierna al mundo. El privilegio otorgado a los capitales financieros contra una
nación y su pueblo pone de manifiesto el sinsentido que rige la economía
mundial, donde la ficción especulativa se impone sobre la vida real de los
seres humanos. Nos ofrece así la ocasión de recordar y volver a valorar el
mensaje del Evangelio en relación con la vida cotidiana, con lo social y
económico.
En las novelas de ciencia ficción
muchas veces aparece el temor de que máquinas creadas por el ser humano
terminen por dominarlo y destruirlo. Esto, sin embargo, ya está pasando, sólo que
esas máquinas no son las computadoras de “Matrix” sino el sistema financiero
global. El dinero, convertido en un dios que todo lo puede, se erige como el
gran ídolo al cual hay que subordinar todo bien, sacrificar toda vida. Este
fallo es el reflejo de la idolatría de este tiempo. Mayor inseguridad que la
que nos amenaza en las calles es la que se gesta en los sofisticados despachos
de magnates financieros y magistrados complacientes.
El Evangelio de Jesucristo, que nos
habla de la salvación espiritual, nos alerta sobre esta esclavitud voluntaria
de quien se deja someter por este ídolo. Ya varias iglesias que forman esta
Federación han señalado las injusticias que provoca el neoliberalismo económico.
Niegan a Dios, y a la propia condición humana, quienes ponen su vida al servicio
del lucro desmedido. Cuando sólo el afán de ganancias mueve al mundo y a las personas,
todo otro valor le queda supeditado. Incluso la sustentabilidad del mundo
creado y de la vida de los seres humanos entra en riesgo. El afán y la codicia
no es sólo un pecado individual: también terminan destruyendo a los demás seres
humanos, destruyendo la convivencia social y el sustento natural. Y esto no es
sólo en el caso de las finanzas especulativas, sino de toda economía que haga
de la acumulación ilimitada y la riqueza individual su centro, en lugar de
servir a la sustentabilidad de todos los seres humanos y la integridad del
mundo natural. Las políticas económicas de nuestro país, pasadas y presentes,
deben también ser miradas con este sentido.
Por eso afirmamos desde el Evangelio,
frente a la supuesta justicia de un juez y una corte, que no hay justicia
cuando se paga a los ricos con el pan de los pobres. Sabemos que no hay ley que
pueda obligarnos a sacrificar la sangre de inocentes por el pecado de los codiciosos.
Reconocemos que nuestra deuda fundamental es con los millones de seres humanos
que aún viven en condiciones precarias, en el hambre y la miseria, sometidos a
la explotación y la exclusión, a la discriminación y la violencia, que son
nuestros hermanos y hermanas en quien Jesús se nos presenta con su reclamo de
amor.
Por la Federación Argentina de
Iglesias Evangélicas,
Federico Schäfer
Secretario
Néstor O. Míguez
Presidente
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